UNIVERSOS PARALELOS (Un relato de escuela)

Ilustración de Carolina Zambrano



Ya no contamos los días. Vivimos en realidades simultáneas: una es la nostalgia del abrazo, la otra es el invierno a color de las pantallas. Necesito aclarar que no me seduce la idea de que la comunicación virtual venga a terminar de reemplazar la presencia física y real en nuestros trabajos y actividades. No suscribo a la esperanza berreta y marketinera de que haya en eso una oportunidad de mejora en las condiciones de vida, de aprendizaje o de trabajo de nadie. Es lo que hay. La vida es ahora más parecida que antes a una góndola semi vacía en un supermecado DIA de donde tomamos sin mirar lo que queda. Metáfora al margen, parece cada vez más lejana la satisfacción de nuestras necesidades y deseos.  
La escuela transita ese suspenso. Flota en un ida y vuelta de mensajitos, mails y videos entre estudiantes, familias y docentes. Sostiene a duras penas, pero con amor y perseverancia, su vínculo comunitario y colectivo; con herramientas hechas para complementar el trabajo, no para reemplazarlo, trata de desempeñar su papel en este juego. Con el paso de las semanas en aislamiento comprobamos que todavía no se ha inventado algo que reemplace el diálogo entre lxs pibxs y sus maestrxs, y ese diálogo se da cara a cara, en tiempo real, compartiendo el mismo lugar, respirando en el mismo espacio. Así y todo, entre emoticones felices y tristes, titila algo parecido a la escuela.
Ayer nos enchufamos a una reunión con quinto grado. Hacía tiempo que sólo nos veíamos por fotos y videos: nunca en vivo. Los motivos eran fundamentalmente que, para conectarnos, todxs debíamos contar con los recursos necesarios. Eso no iba a suceder, y no sucedió. Por ende la mitad, o más, se quedó afuera del encuentro. Anticipando este escenario, grabamos “la clase” para compartirla luego con quienes no habían podido estar. El sabor amargo igual prevaleció. Faltaban pibxs. Por mala o nula conexión a internet, porque los dispositivos son de lxs adultxs y estxs trabajan, porque en definitiva la posibilidad de estar en la escuela depende hoy más que nunca de las propias oportunidades, de un azar que es siempre desigual y por tanto no es azar. De todas maneras, un rato con ellxs y la dulzura de escucharlxs, nos hizo bien.
Jugamos un tutti frutti poco convencional, hablamos de las cosas que extrañamos, contamos chistes y cuentos. Y conversamos del espacio. Sí, del espacio exterior, del Cosmos, del Sistema Solar y sus planetas. Algunxs estaban muy bien informadxs. No dejaron pasar oportunidad para comentarnos que la NASA había lanzado una expedición con seres humanos después de casi diez años[i]. (Pensar que en la Tierra apenas podemos dar una vuelta manzana y hay dos tipos cabalgando en la estratósfera rumbo a un satélite lejano). También mencionaron el posible descubrimiento de un “universo paralelo”. Una investigación que se lleva a cabo en la Antártida y que ha descubierto partículas subatómicas (neutrinos) sobre las que circuló una hipótesis según la cual existe un universo gemelo al nuestro, donde el tiempo retrocedería. (Aquí pueden ver como los Refutadores de Leyendas se encargan de amargarnos la fantasía, por si quieren dejar de flashear ahora mismo https://www.lanacion.com.ar/ciencia/universo-paralelo-que-hay-detras-del-supuesto-nid2367569).
¿Es eso posible? Nos preguntamos. ¿Qué es una “hipo…” no sé qué, profe? Me preguntaron. Entonces, ¿estamos nosotrxs en una realidad igualita a esta ahora mismo pero yendo para atrás?... Así dicen, pero quién sabe... Nos entretuvimos un rato largo pensando en el tiempo y en las posibilidades de que sea como una cajita de música que en algún momento deja de sonar para abandonarnos en el silencio más profundo. Justo ahí, cuando pensamos que si el tiempo retrocede allá, y entonces ese universo aun no vivió lo que el nuestro, entendimos que lejos, distanciadxs y metidxs para adentro, pensar en lxs otrxs es el único gesto humano que nos puede salvar. Y que un niño de diez años lo sabe mejor que un lector de diarios de cincuenta pirulos. Fue justo en ese momento que el niño de diez años llamado Jamal me dice a través de la pantalla:
-Profe, hay que advertirles para que se salven…
-¿A quiénes, Jamal?
-A los humanos paralelos.
-¿Qué cosa hay que advertirles?
-Que se les viene una pandemia encima.
  


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