Un cuento al
que siempre vuelvo es “A la deriva” de Horacio Quiroga, como si no hubiera
podido terminarlo nunca, como si me tropezara con él cada vez que busco otra
cosa. A veces, lo agarro sin motivo alguno para cortar con rutinas o
lecturas propias del trabajo o del estudio. A veces lo leo para mí solo. Es un
terreno conocido: la picadura de la yarará, el veneno subiendo por la pierna
hasta el abdomen, Paulino pidiéndole grapa a su mujer, la canoa perdida en el
Paraná, la selva misionera, el delirio, la muerte. Otras veces, lo comparto. Si
trabajo con algún grupo de niños de 7º grado se lo llevo para volverlo a leer.
Pienso que es una especie de cábala: si las cosas salen
bien con este cuento, nada puede fallar. No se cumple siempre, pero vale la
pena Quiroga. Es un texto que se deja leer en soledad y en compañía.
Quiroga
escribió algunos consejos (“Decálogo del perfecto cuentista”*) para la
escritura narrativa que bien pueden someterse a un contraste con su propia
obra. Es un ejercicio, que sin ser exhaustivo, puede tener algunas ventajas en
un aula. Incluso como productor de nuevas historias, como consigna de
escritura, el consejo del autor funciona: la generalidad, la estructura fija,
la pretensión de verdad dan una superficie sobre la cual hacer pie para
imaginar nuevos relatos.
Por ser un
cuento corto, se presta a analizar varias veces. Es un objeto manejable, con
pocos núcleos narrativos, con una secuencia lineal y definida. Siempre podemos
preguntarnos qué hay detrás de aquel relato superficial, qué otra historia se
cuenta. Si es que las Tesis sobre el cuento de
Ricardo Piglia se cumplen (“Un relato visible esconde un relato secreto,
narrado de un modo elíptico y fragmentario”), el cuento de Quiroga (“clásico”,
según el autor de Respiración
artificial) podría prestarse a una doble lectura. Es una especie de
ejercicio que puede resultar agotador para los lectores y lectoras que recién
se inician si no hay un acompañamiento. ¿Pero no hay elementos suficientes en
“A la deriva” para pensar en una alternativa a la mala suerte de ser picado por
un bicho venenoso y mortal? Incluso los elementos biográficos -que la academia
repudiaría por ser ¿ajenos? al sistema propio del relato- pueden conformar una
lectura subterránea ¿Qué cuenta sobre su vida el autor en sus cuentos? Esto es
casi un pecado mortal, como dijimos, para un amplio sector de la crítica
literaria. Pero, baste con pensar que el propio Horacio Quiroga murió en una habitación
del Hospital de Clínicas con la única compañía de un hombre monstruoso y
deforme, producto de la enfermedad degenerativa ¿No hay un elogio de la
deformidad en “A la deriva”? Sería forzar las Tesis de
Piglia, pero la lectura también es eso: una “fuerza” ejercida sobre lo escrito.
Se puede llegar hasta interpretaciones disparatadas, es un riesgo, pero nadie
se muere por un disparate.
El cuento,
dije, se deja leer solo o en compañía de otros y otras. Esos otros pueden ser
también relatos. En la escuela, no solemos prestarle mucha importancia a la
“literatura comparada”. Los cuentos se leen, se disfrutan, se analizan con un
cuestionario (a veces tedioso) de preguntas que comprueban la comprensión del
lector y chau. Sin embargo, hay muchas otras formas de leer un cuento. Una de
ellas es hacerlo de manera especular, enfrentarlo a otro relato que por alguna
razón (tema, estilo, época, género, autor) nos parezca pertinente. En alguna
ocasión** se me ocurrió que Quiroga escribió el mismo cuento que a miles de
kilómetros de distancia, Jack London plasmó en “Encender una hoguera”. Los dos
se valen de la naturaleza para recrear el entorno hostil como preámbulo de la
muerte. Los dos utilizan el accidente como causa de la fatalidad. A London le
sobran algunas palabras (se me perdone este atrevimiento), pero la selva y la
tundra son lo mismo vistas desde la perspectiva del que agoniza. Y esta es otra
gimnasia para el lector: buscar puntos de contacto, coincidencias, desacuerdos,
casualidades.
La aventura
mínima, la última aventura del hombre, se cifra en los relatos de Jack y
Horacio. La aventura del lector, esa que da revancha, puede empezar por
cualquier lado, también puede ser un accidente.
*https://www.eternacadencia.com.ar/blog/taller-literario/item/decalogo-del-perfecto-cuentista.html
** Una secuencia de lecturas publicada en la
Revista Sacapuntas n° 9 (2012) da cuenta de un camino posible para laburar en
el segundo ciclo de la escuela primaria o en la escuela media la literatura en
espejo. El artículo es “A través de la selva. Una propuesta para pensar la
lectura como recorrido” aquí el link de la revista completa http://sacapuntasrevista.com.ar/wp-content/uploads/2013/06/Sacapuntas-N%C2%BA-9-completa-low.pdf
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